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julho/ 2016- junho 2017 /juillet 2016-juin 2017

 

La foto de mi sangre. Mujeres artistas desmantelando la imagem del patriarcado

Gema Pastor Andrés

 


Resumen:

Cuál es la mujer real, la que se deja mirar, la que se sabe mirada, la que piensa como es su imagen o aquella que se asume como un cuerpo vivo. Las mujeres en edad fértil sangran periódicamente (cada 28 días aproximadamente) si no están embarazadas y si lo están al final del mismo de manera más intensa y duradera. Sin embargo esos días de menstruación o de puerperio se han ocultado como un tabú sobre el que no se podía hablar y por supuesto sobre el que no se podían generar representaciones. En la actualidad, sin embargo, algunas artistas jóvenes están desmantelando esta tendencia y utilizan su sangre para contarse a sí mismas.
Este artículo revisa algunos trabajos de mujeres que utilizan la fotografía, imágenes fijas bidimensionales, para revertir las representaciones asumidas por el imaginario colectivo como las únicas posibles, utilizando la sangre de su regla en las imágenes que generan. Estas imágenes desmantelan las representaciones ortodoxas del patriarcado occidental en las que no se reconocen. Las mujeres, las artistas, están vivas y su sangre es una forma de asunción y celebración de su propia naturaleza, la sangre así representada puede ser algo natural y vivible.

Palabras- clave: mujeres, fotografia,imaginário,sangre, mirada, tabú

 

A la mujer dijo: Multiplicaré en gran manera tus dolores y tus preñeces; con dolor darás a luz los hijos; y tu marido será tu deseo, y él se enseñoreará de ti. (Génesis 3:15-17. Biblia del Jubileo 2000) 

En marzo de 2015, la artista india afincada en Canadá, Rupi Kaur publica en Instagram una foto en la que una mujer aparece de espaldas tumbada sobre una cama con los pantalones manchados por su periodo. Hasta 2 veces fue borrada la foto de su cuenta por, según ella misma relata, vulnerar supuestamente la política de la empresa (aunque Instragam reconoció que había habido un error y permitió que pusiera de nuevo el contenido). La obra fue censurada según la artista porque la menstruación es un tema tabú en nuestra sociedad.

Vivimos rodeados de una cantidad ingente de imágenes y sin embargo hay algunas que tienen una energía inusitada, una verdad tangible, que produce incomodidad, inquietud, y hasta censura, ¿qué nos enseñan esas imágenes?, ¿cómo se construyen esas representaciones?, ¿por qué generan tanta controversia? 

Desde hace 5 años, Diana Fernández Romero y yo, realizamos en la Universidad Rey Juan Carlos un Taller de fotografía creativa que cada año se dedica a una temática distinta. En esta última edición de 2016 el tema era el trabajo colectivo y los proyectos colaborativos. Queríamos adentrarnos en algunos debates actuales sobre autoría: auto-representación, relaciones entre observadores y observados, artistas mediadores, procesos abiertos, reivindicación de los saberes profanos… para ello el taller proponía trabajar desde los propios intereses de manera colaborativa, siendo conscientes de que el contexto actual se dibuja desde el individualismo, la saturación de información y la implosión visual.

El proyecto fotográfico que da pie a este artículo, Los 7 tabúes capitales, sin pecado concebida, resultó de la energía de un grupo de alumnas que querían revisar la imagen de los micro-machismos que ellas mismas habían sufrido y que sentían presentes en su día a día. Su trabajo consiguió llegar hasta el final, superando muchas dificultades y momentos de crisis. Este es uno de los aprendizajes que se revelaron a lo largo del taller: el trabajo colectivo supone un esfuerzo extra que endurece el proceso y que hace que no siempre se pueda llegar hasta el final de ese proyecto común. Pero cuando esto sucede, el trabajo resultante, empapado de diálogo e intercambio, deviene en una forma más rotunda, más potente. Lo que cuentan esas imágenes se hubiera podido contar de otra manera, pero no con la rotundidad con la que lo hacen.

Esta superación de los patrones de representación zarandea el reconocimiento y el conocimiento asentado. En un primer momento se produce un extrañamiento, y esta expatriación sobre lo conocido supone la superación del sujeto pasivo, el que deja de mirar para sentir y reaccionar frente a lo que ve. Estas representaciones se colocan como una piedra, una gota de sangre, en filtro de agua pura de nuestra mirada, de nuestra forma de concebir el mundo. Esa piedra, esa gota de sangre, que se queda en el filtro supone toda una aparición y transforma los relatos hegemónicos… ¿cuáles son las obras que proponen discursos contrahegemónicos?, ¿cómo se liberan de la mirada del otro, de la violencia de esas convenciones?  

Esto es lo que veremos en algunos de los trabajos que vamos a revisar en este artículo. Nos fijaremos especialmente en el trabajo de artistas que utilizan fotografía, imágenes fijas bidimensionales, para revertir esas otras imágenes asentadas. El artículo estudia cómo algunas mujeres artistas revierten los cánones inscritos en la cultura occidental actual utilizando la sangre, su sangre. Representaciones heterodoxas que desmantelan esas otras representaciones ortodoxas del patriarcado occidental que con premeditada naturalidad y a través de micro-machismos asientan no solo representaciones si no también los modos de relacionarnos con los/as otros/as y con nosotras mismas. ¿Cómo se construyen las nuevas identidades desde esas nuevas representaciones?, ¿qué nuevos nombres, qué nuevos idiomas se inventan para decirnos?, ¿Cómo lo consiguen las mujeres con su sangre?

Este es el proyecto que hicieron las alumnas del taller de fotografía creativa Colectivos, proyectos colaborativos en 2016: Adriana Rocha, Marina Bernabé, Silvia Martín, Eva Gruss y María Márquez: Los 7 tabúes capitales, sin pecado concebida.

1. Los 7 tabúes capitales, sin pecado concebida

En medio del camino de nuestra vida

me encontré en un oscuro bosque

ya que la vía recta estaba perdida.

Así son los primeros versos de la Divina Comedia de Dante.

Libertad se escribe en femenino. Los 7 tabúes capitales, sin pecado concebida es el nombre de nuestro proyecto para el Taller de Fotografía Creativa. Invierte la idea original de la obra de Dante y transforma sus círculos, reinterpretándolos, englobando así los prejuicios machistas más representativos referidos a las mujer. En cada pecado o tabú adaptamos nuestro punto de vista para convertirlo en sátira, en lo que la sociedad machista cree como error, siendo sólo realidad. La irónica tela de juicio adquirida en cada representación es un mero medio, un instrumento a través del cual pretendemos ridiculizar lo incomprendido y tornarlo cotidiano, normal.

Estos son los 7 pecados, nuestros 7 tabúes capitales

 

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Lujuria.

La mujer beata, santa, pulcra, en muchos casos, religiosa. La mujer sin curiosidad, concebida para crear. Hipocresía es que sea su arma más fuerte la más repudiada, que su placer quede relegado al secretismo. Lo subvertimos. La mujer que goza y sangra, la mujer real.

 

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Pereza.

Duerme apaciblemente, incapacítate, no te aceptes, soporta el yugo de tu existencia. No descuides tu felicidad, que no pase el tiempo en tu burbuja. Despierta, duerme vívidamente, llora apasionadamente, permítete tu realidad, explota la burbuja.

 

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Gula.

En el pasado, cualquier forma de exceso podía caer bajo la definición de este pecado. Una mujer debe ser recatada, discreta; debe conocer sus límites y moldearse a ellos; debe ser eso: un molde. La mujer que vuele más allá de las fronteras, será vista como amante del vicio, del exceso. Pero nunca es demasiado cuando se trata de satisfacer nuestras ganas, nuestros deseos, nuestros objetivos o nuestra vida. De ser nosotras, sin moldes, sin fronteras: sólo nosotras.

 

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Ira.

Callar, tener la casa caliente, ligeras, pequeñas, colibrís, cerrar las piernas, no abrir la puerta. ¿Para qué? Extremista la que lucha, la que dice lo que piensa, la que actúa, la que no calla y no acata. Basta. Morder, ser amazona, gritar, ser iracunda, que a nadie le importe. Salir de la parte oscura de la selva, para, lanza en mano, abolir el patriarcado.

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Envidia.

La genética nos hace iguales, somos la misma materia, croma x. Es la sociedad patriarcal quien nos cerca, volviéndonos rivales, competitivas, envidiosas. Hacemos un canto a la sororidad, al apoyo mutuo entre mujeres, fundamental en la lucha feminista. El capullo, ese vínculo natural que nos une y todas las flores que puede llegar a ser la mujer. Siendo belleza, una, única, todas.

 

 

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Avaricia.

Mujer egoísta la que piensa por ella misma, la que decide su sexualidad, el qué/cuándo/dónde/cómo/por qué y la que siente a flor de piel. Gritamos al mundo que, ante todo, somos nuestras. De nadie, de ninguna relación, de ningún poder, de un carácter. Nada nos quitará la avaricia de tenernos, de ser nosotras, nuestras.

 

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Soberbia.

El juicio de la elección: gloriosa la que sí, egoísta la que no. Cómo renunciar a la maternidad, cómo hacer tuya tu vida, de nadie más. Cómo parir y prolongarse, cómo buscar el sentido en el hijo. Soberbia la que celebra lo que desea, la bendición de ser o no ser madre, decisión que siempre será lastre. Soberbia la valiente, en positivo y en negativo, con o sin hijo.

Cadáver exquisito. Voz unida, crítica de injustas situaciones a las que se somete a la mujer. Mirada realista que ama la cotidianeidad, la verdad. Nuestra reflexión, nuestro ‘basta’ particular. Nuestro grito al infinito para hablar de lo cercano, de lo que vemos sin ver, de lo que está ahí y no debería. Abrir los ojos a lo que deberíamos exiliar. A la representación de la rabia asentada, la inseguridad, el coraje de cinco chicas, en nuestras mentes, como aves negras. Raíz de las cadenas entre las que crecen las princesas. Cuchillo que nos mata por dentro y por fuera. Sociedad enferma, la satirizamos. Que veáis la cruda realidad que es mujer, oprimida o no, feliz o no, guapa o no, con crudeza. Por ser mujer. Por tener coño, por sangrar, por decidir. Y a partir de ahora, vamos a decidir.

Los últimos versos de la Divina Comedia dicen así:

Faltan fuerzas a la alta fantasía

mas ya mi voluntad y mi deseo

giraban como ruedas que impulsaba

aquel que mueve el Sol y las Estrellas

Esta es la verdadera cara de la mujer, la que por fin se alza sin miedo a mostrarse. La que, tras la lucha, ve la luz al final del túnel.

 

2. Las primeras gotas de sangre

Algunas de las fotos del proyecto, que hicieron las alumnas en el taller de fotografía creativa, Los 7 tabúes capitales, sin pecado concebida, hubieran sido calificadas por el historiador Kenneth Clark a mediados del siglo XX como nakedness, o incluso le hubieran parecido nauseabundas. Clark plantea que nakedness es la desnudez terrenal vergonzosa que debe taparse porque produce deseo. Frente al concepto de nude, que es una forma elevada de desnudez, en la que el espectador-a siente solo admiración estética, sublimación del desnudo en estado puro, como se supone sucede en muchas de las pinturas de desnudos femeninos de la pintura europea (las Venus, las Susanas y los ancianos, las Vanidades…). Para él, ese desnudo, esa forma de estar desvestido es una forma de arte (The Nude: A Study in Ideal Form, de Kenneth Clark, 1956). Para Kenneth Clark nakedness es pornografía, nude es arte. 

Desde siempre hay una dualidad inherente al cuerpo desnudo de la mujer. No sólo en la moralizante fábula de los escolásticos: la belleza del cuerpo se halla por entero en la piel, pero si los hombres pudiesen ver bajo ella los interiores, la mera visión de la mujer les resultaría nauseabunda; sino también, como dicen San Odón de Cluny o San Anselmo de Canterbury, aquella en que la perfecta integridad del interior se halla siempre en tensión por la amenaza violenta del exterior. (Serrano 2007)

Varios autores proponen miradas alternativas sobre el cuerpo desnudo de las mujeres. En la producción de la BBC Modos de Ver, de John Berger (1972), se descubre cómo el desnudo ha servido para asentar una forma de representar y estigmatizar el cuerpo de las mujeres por la cultura occidental a lo largo de la historia 

[…los hombres miran a las mujeres. Las mujeres se contemplan a sí mismas mientras son miradas. Eso determina no sólo la mayoría de las relaciones entre hombre y mujer, sino también la relación de las mujeres consigo mismas. El supervisor que lleva la mujer dentro de sí es masculino: la supervisada femenina. De este modo se convierte a sí misma en un objeto, y particularmente en un objeto visual, en una visión. (Berger 1972)

¿Por qué el desnudo no ha funcionado como una forma de mostrarse a los demás como uno mismo, sin disfraz?, ¿por qué la propia piel se convierte en una superficie sobre la que depositar toda esa carga simbólica?, ¿por qué esa mujer lánguida, inerte, objeto… que se deja mirar sólo se da en la cultura occidental? 

En su Venus rajada, Didi-Huberman se plantea también cómo las afirmaciones de Kenneth Clark proponen aislar y manchar la experiencia del espectador-a ante la imagen de otro cuerpo desnudo (2005). Las imágenes son síntomas de discursos que las proponen, que las leen y que las convierten en obras maestras. Para poder desmantelar esos discursos asentados debemos desechar las miradas historicistas y cronológicas y retomar los planteamientos de Aby Warburg con su atlas Mnemosyne, y descubrir la arqueología del saber visual, la superposición en capas arqueológicas de las imágenes heredadas de nuestro acervo cultural, entrelazadas en un sinfín de relaciones cruzadas, conscientes e inconscientes, en constante mutación y reposicionamiento (Tartás y Guridi 2013). Las imágenes pueden revelarnos formas del tiempo que las generó, pero también de nuestro propio tiempo. ¿Cuál es la mujer posible en esa pintura?, ¿cómo se pueden subvertir esas miradas sobre la mujer?

A partir de los 70 la fotografía artística propone nuevas formas de pensar y sirve de herramienta para las artistas del momento. A partir de esos años las fotógrafas se convierten en artistas rompedoras y sujetos políticos que resignifican su propia identidad trabajando con su cuerpo y promoviendo aspectos nuevos hasta entonces: la sexualidad, el embarazo, la natalidad, la maternidad…

"[...] Son multidisciplinares y utilizan todos los medios artísticos a su alcance para transformar su obra en un todo que se resume en la búsqueda de una identidad y la crítica a una sociedad en la que no se sienten comprendidas. Son el sujeto de creación y representación, el símbolo de una fotografía artística y reivindicativa pretendida o a la que llegaron por casualidad; el tema de una corriente nacida a finales de los 60 (Ibid).

El cuerpo sirve de lienzo para representar los dolores, más que los placeres, de su experiencia femenina. Los cuerpos de las mujeres vistos por las mujeres, hablan de la irremediable relación con su propia carne y su propia piel, hasta entonces reservada a la/su mirada masculina, y hablan de su identidad física desde ellas mismas, lo personal también se ha vuelto político. 

Desde la pose, la mirada, la propiedad simbólica del cuerpo, trabajan algunas de las fotógrafas más importantes que utilizan la fotografía de esos años: Cindy Sherman, Martha Rosler, Laurie Simmons… por medio del enmascaramiento, el disfraz, el montaje… entre lo privado y lo público. 

Pero serán las artistas más ligadas a la performance y la instalación las que resignifican la simbología del cuerpo como carne y sangre: la serbia Marina Abramovic y la francesa Gina Page, con experiencias de herida sobre el cuerpo, que reflexionan sobre la violencia y el dolor; o los trabajos de la americana Hannah Wilke, con el desbordamiento de la vulva, o la simbología del rojo del trabajo de Carolee Schneemann. 

Es significativo el trabajo de la cubana Ana Mendieta que gira siempre en torno a eros y tanatos (vida y muerte). En sus Esculturas Rupestres 1981-2004 representa las viejas diosas madres: La diosa Itiba Cachubaba (La vieja Madre Sangre) fluye por nuestro cuerpo de mujer y gracias a ella podemos dar vida a la humanidad (López-Cabrales 2006). La sangre en su obra, como el tanatos, relaciona la vida y la muerte como caras de una misma moneda. Mendieta utiliza con profusión la sangre sobre su cuerpo desnudo: después de haber sido supuestamente violado en Rape Scene 1973 (recuerdo de una violación en la Universidad de Iowa donde ella estudiaba); en su corto Sudando Sangre 1973 la sangre sale desde su cabello hasta que le cubre completamente el rostro; en Escribir con sangre 1974 mancha una pared con su cuerpo ensangrentado; con Signos de sangre 1974 escribió también en una pared blanca ELLA CONSIGUIÓ AMOR; en los entierros que realizó en México utiliza además de sangre, mortajas y órganos de animales, sobre todo corazones (ibid)… Destaca fotográficamente la serie Sin título (autorretrato con sangre) 1973, realizada con fotografías sobre su rostro ensangrentado, en un retrato directo que interpele al espectador-a en primera persona: sus imágenes hablan directamente sobre otras imágenes, sobre otros retratos, sobre otras mujeres. 

Son todos estos trabajos los que han ido reformulando el cuerpo de las mujeres desde sus propias resistencias a los modelos con los que no se identificaban, empezando a desmontar el supuesto de nakedness–nude: el cuerpo hecho para ser mirado sufre en ambas contemplaciones, no se reconoce. El cuerpo de la mujer es una carne que vive, que duele y que goza, que sangra. 

 

3. Ni sufrientes ni dolientes, sangre de verdad

La menstruación y el parto, temas tabú de la civilización occidental, son clave para reivindicar el poder que da a las mujeres el don de la fertilidad. Cada vez más artistas femeninas de los siglos XX y XXI han abordado la alegoría implícita en el tema de la sangre. Tanto como medio de contestar a ese ideal de belleza que encierra a las mujeres en un arquetipo y como reivindicación de un poder asediado, ambiguamente interpretado: el de dar a luz. (Serrano 2007)

A pesar de la polémica y de los muchos detractores que parece tener la fotografía de la artista Rupi Kaur publicada en Instagram, hay una corriente artística que desde la conciencia y en contra del estigma parece que no va a dejar de trabajar con su sangre menstrual: arte menstrual, menstrual art, lunart… una corriente del siglo XXI comandada por mujeres en edad fértil dispuestas a representar y representarse desde su propia sangre. Aquí ya no hay alegorías, ni sangre de animales, es la sangre del periodo la que sirve como materia y sustancia con la que dar forma a la obra. 

Numerosas son las artistas que la utilizan para pintar. Las americanas Lani Beloso, con su página theperiodpiece en la que podemos ver su expresionismo abstracto pintado con su sangre, Vanessa Tiegs con su obra Menstrala, may de word become universal just like our cycles (que la palabra se vuelva universal igual que nuestros ciclos), 88 obras en las que ha utilizado la sangre de su regla buscando composiciones que remiten a formas figurativas, o Jennifer Weigel que presiona directamente con su vagina menstrual sobre papel de acuarela; la chilena Carina Úbeda, que expone en bastidores de bordado los trapos de algodón que ha utilizado para su flujo menstrual en su obra Paños; o la artista sudafricana Zanele Muholi, que trabaja sobre las dificultades de ser mujer, negra, lesbiana y feminista a través de sus fotografías, y que en su obra Isilumo Siyaluma (expresión zulú que significa dolores menstruales) dibuja mandalas con su sangre menstrual que después expone en columnas que completan toda una pared.

En el campo de la fotografía tenemos que destacar el trabajo precursor de Rineke Dijkstra que en el año 1994 realiza el trabajo New Mothers, una serie de tres fotografías: Julie, Den Haag, Netherlands, February 29 1994; Saskia, Harderwijk, Netherlands, March 16 1994; y Tecla, Amsterdam, Netherlands, May 16 1994. La serie se compone de tres retratos de mujeres justo después de haber dado a luz. Las mujeres aparecen desnudas de cuerpo entero y de pie frente a la cámara protegiendo a sus recién nacidos en brazos del destello del flash. Dijkstra fotografió a las mujeres en su casa con pruebas de su reciente maternidad: las bragas de rejilla y las compresas de Julie, la cicatriz de la cesárea de Saskia, o el hilo de sangre por la pierna izquierda de Tecla. 

El puerperio o cuarentena es uno de los periodos más complejos, intensos y frágiles que pueden vivir las mujeres, en el que extenuadas por el cansancio su cuerpo expulsará también mucha sangre, hasta que su cuerpo vuelva a las condiciones previas al embarazo.

"Es un tiempo de intensos cambios físicos, emocionales, sociales y laborales, que colocan a una mujer en un estado de cierta vulnerabilidad durante un periodo crítico en la formación de los seres humanos. Si fuéramos capaces de entender y respetar ese proceso, quizá lograríamos una sociedad más amable y eficaz en la creación de vínculos afectivos" (G-Merás 2016)

Es a comienzos del siglo XXI cuando varias artistas que utilizan la fotografía, nacidas mayoritariamente en la década de los 90, se han decantado por retratar a la mujer que sangra durante su regla, o han decidido utilizar la sangre que se queda depositada en sus copas menstruales1 para fotografiarla sobre sus cuerpos o directamente dentro del agua retenida por la porcelana blanca del inodoro. 1

Una de las obras más ‘polémicas’ y significativas ha sido There Will Be Blood (2012) (Habrá sangre y fluirá de las vaginas) de Emma Arvida Bystrom, nacida en Estocolmo en 1991 y con residencia actual en Londres. En este trabajo la artista retrata a mujeres jóvenes en plano americano realizando acciones cotidianas: haciendo footing, leyendo, esperando el autobús, en la bañera… mientras vemos cómo la sangre ha manchado su ropa interior o el agua en el que están sumergidas. Cada una de las imágenes publicadas en la revista VICE posee un pie de foto en el que se comenta la ropa que lleva la modelo: Top from Puma, shorts from American Apparel; Dress from Beyond Retro, denim jacket by Cheap Monday; Vintage skirt, sweater, and necklace... el trabajo ha suscitado mucho revuelo sobre todo por la naturalidad con la que se ha insertado en las nuevas redes de comunicación.

Red is the colour (2009), Ingrid Berthon-Moine

Otra de las artistas que trabaja fotografiando la sangre de la menstruación es la francesa Ingrid Berthon-Moine.  En su trabajo Red is the colour (2009) realiza 12 retratos a mujeres de torso desnudo, (al modo Tomas Ruff) en primer plano de frente y con una iluminación neutra tipo DNI, resaltando sus labios rojos pintados con la sangre de su regla. La artista titula las fotografías emulando los tonos de pintalabios de las marcas de cosméticos: Rouge Star, Red Temptation, Touge Interdit, Red Taboo, Rouge Hollywood...

La vallisoletana Isa Sanz también ha realizado en el trabajo Sangro, pero no muero (2010) retratos a mujeres de diferentes edades, desnudas sobre fondos blancos y negros, con sangre que fluye por sus piernas o con la que pintan el espacio y sus cuerpos. Un trabajo en el que también se funde lo personal y lo político, con referencias a Ana Mendieta entre otras.

"Hacer visible la sangre que fluye libremente por el cuerpo femenino, tal como Isa Sanz plantea en su propuesta, sigue siendo un acto político y, a la vez, poético. Frente a la escisión identitaria de lo abyecto, el líquido menstrual se convierte en pigmento que encarna el valor creativo de las mujeres… (…) Las tecnologías de control se manifiestan en el cuerpo y, por consiguiente, en la consideración acerca de la sangre que, según Foucault, ha sido un elemento determinante en los mecanismos del poder, en sus manifestaciones y en sus rituales: “El poder la dibuja, la suscita y utiliza como el sentido proliferante que siempre hay que mantener bajo control para que no escape” [Foucault 2006: 156-157]. Así, el Antiguo Testamento convierte el líquido menstrual en signo de impureza que concierne por igual a todas las hijas de Eva: “Cuando la mujer tuviere flujo de sangre, y su flujo fuere en su cuerpo, siete días estará apartada; y cualquiera que la tocare será inmundo hasta la noche” ((Levítico, 15:19) (Mantecón, 2010)

Quedaría destacar, entre otras, el estético trabajo que realiza con su sangre la artista Jen Lewis en su página Beauty in blood (belleza en la sangre), en el que trabaja junto a su compañero en un proyecto minucioso y complejo de tratamiento de la sangre y las imágenes. En esta obra la pareja genera fotografías que son resultado de un minucioso proceso: la recogida en la copa menstrual, el vertido y la disposición de la sangre en el agua, y la captura y el proceso de edición seleccionando las imágenes más adecuadas."

Spiral Slow-mo 2. Copyright 2017 Beauty in Blood or Menstrual Designer: Jen Lewis; Photographer: Rob Lewis.

"Un día, después de vaciar mi copa menstrual, me fijé en la sangre que quedaba en mis dedos y comencé a preguntarme por qué la sociedad considera la menstruación como algo desagradable. La sangre, las referencias gore y la violencia gratuita están por todas partes en la cultura pop (noticias, deportes, películas, videojuegos, música…) pero la de la regla ha sido completamente borrada del paisaje visual. "(Lewis)

The Crimson Wave. Copyright 2017 Beauty in Blood or Menstrual Designer: Jen Lewis; Photographer: Rob Lewis.

 

Sus bellas imágenes resultan del movimiento de la sangre en el líquido y de la cuidada composición y edición que ha ido sofisticándose con el tiempo: acuarios con agua salada, fondos oscuros, inversión del color… Las imágenes son orgánicas, de una plástica viva y al mismo tiempo una poética limpia, con un movimiento no cinético (no mecánico), blando… que responde a la cadencia de la sangre moviéndose en un líquido, de un ritmo vital.

4. Conclusiones:

Recuerdo los colores del paritorio nada más nacer mi primer hijo, todo de repente era blanco, verdeazulado y rojo. Como si la luz hubiera aparecido súbitamente en la calma posterior al parto iluminando la sala, las personas que estaban allí y mi sangre. Y mi sangre resaltaba y se imponía con rotundidad sobre el suelo y las ropas, sobre la pulcritud de los otros dos colores. De repente, en el silencio y la calma posterior a la larga espera y los penosos trabajos (confío en que nos cueste un poco menos que se vaya de casa cuando se haga mayor), las manchas contrastadas de sangre resultaron reveladoras de la vida que se había librado en ese lugar.

No hay dolor en las obras de las artistas del siglo XXI que trabajan con la regla y el puerperio, la sangre es algo natural y vivible. La hegemonía de la mirada masculina autoimpuesta históricamente con premeditada naturalidad se está desmantelando porque ya no se asumen como propias esas formas de reconocimiento, y esas gotas de sangre generan inquietud en los-as que miran porque las representaciones sonríen con naturalidad y franqueza a la violencia de esas convenciones. 

Los 7 tabúes capitales, sin pecado concebida, el proyecto que las alumnas Adriana Rocha, Marina Bernabé, Silvia Martín, Eva Gruss y María Márquez hicieron para el taller de fotografía creativa Colectivos, proyectos colaborativos en 2016, está compuesto por 7 trípticos con algunas imágenes impactantes que pretenden agitar al espectador-a. Las imágenes están acompañadas de texto, pero no las hace falta, hablan por sí solas de lo que quieren expeler, de lo que quieren arrojar a los que las miran. No sabemos si la sangre es de verdad o no, pero el dildo entre el tampón y la compresa habla de la mujer que sangra y disfruta, las flores de la mujer que no es ni bruja ni princesa, y la fiesta de la que no se tiene que sentir culpable por estar o no embarazada… de la mujer que se reconoce, se piensa y se siente.

Esta obra, como las de Bystrom, Berthon-Moine, Sanz y Lewis (entre muchas), desmantela la mirada culpable, la mirada vergonzosa, la mirada lasciva, la mirada sucia, la mirada del otro-a juzgando… There Will Be Blood (2012) de Arvida Bystrom, lo consigue desde la naturalidad de una foto aparentemente documental y al mismo tiempo de editorial de moda, de una artista que conoce muy bien los cánones de la imagen y que los subvierte sin darse importancia, casi con desdén, en una foto premeditadamente naturalizada en su vertiente gráfica que además se cuela en las nuevas redes de comunicación con fuerza. Red is the colour (2009) de Ingrid Berthon-Moine, nos propone una mirada más simbólica, las mujeres se maquillan ya no con los colores de moda, que dibujan un rostro reconfigurado por las tendencias, sino que lo hacen con su propia sangre, que también tiene muchos matices, muchas intensidades distintas, con eso que son ellas directamente en ellas. Sangro, pero no muero (2010) de Isa Sanz retrata a mujeres menstruando juntas y solitarias reivindicando el poder creador de la sangre, de la vida y de la muerte, en fotografías (vídeos y performances) limpias y con fondo blanco en un baile vital. Beauty in blood (que sigue en curso) de Jen Lewis, reivindica la belleza de esa sangre, una sangre sublimada a estética pura… Todos, solo unos pocos ejemplos de las distintas formas de desmantelar las estructuras previas.

Se ha descargado al cuerpo vivo y que sangra de la mujer de toda esa carga simbólica, historicista y cronológica, se le ha despojado de su atribución como objeto consumible. La representación de las mujeres y de sus procesos vitales se ha liberado del sufrimiento, como única forma de acercamiento, sin desposeerla de su complejidad. Las mujeres, las artistas, están vivas y su sangre es una forma de asunción y celebración de su propia naturaleza. Las mujeres no se sienten culpables, ni sucias, ni expulsan un líquido semitransparente azulado que sirve para vender celulosa, recogen su sangre rojiza en múltiples matices y juegan y bailan con ella, y han pasado a ser las directoras y las actrices de su propia historia desde su propio reconocimiento. La intimidad, u ocultación, de lo que sucedía dentro del baño también es economía, política y, por supuesto, representación.

Nota biográfica:
Gema Pastor Andrés
es Licenciada en Bellas Artes y Doctora en Ciencias de la Comunicación. Actualmente es profesora en la Universidad Rey Juan Carlos de fotografía, tecnologías audiovisuales, diseño y lenguaje audiovisual y ha sido profesora en secundaria y bachillerato en la especialidad de dibujo. Su trabajo artístico y de investigación presenta varias líneas interrelacionadas del estudio de la imagen: tanto en sus aspectos técnicos, como artísticos o semánticos. Existe paralelamente un eje creativo en el que se combinan los análisis de los discursos sociales con los de la construcción plástica de la imagen.

Nota:

1El invento, que libera a la mujer de la celulosa y que supone una revolución higiénica, no se comercializó completamente hasta finales de los 80 aunque ya existían patentes desde la década de los años 30.

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