labrys, études féministes/ estudos feministas
janvier /juin 2011 -jameiro /junho 2011

EL NEOFEMINISMO MEXICANO (1968-2010)

ANA LAU J.[1]

El feminismo es la lucha consciente y organizada de las mujeres contra el sistema opresor y explotador que vivimos.[2]

Resumen

Este texto examina la trayectoria de la nueva ola del feminismo mexicano desde su conformación en 1970 hasta el día de hoy. Pone especial énfasis en la creación de los grupos fundadores y las instancias unitarias que establecieron, a partir de ahí se desarrolla una visión general de los años siguientes indagando cómo han ido variando las estrategias de lucha de las feministas durante este período de tiempo.

Palabras clave: Feminismo, neofeminismo

 

La elevación de los niveles de vida y el creciente consumismo, asociado al desarrollo de los medios masivos de comunicación que transformaron los valores de la sociedad, particularmente de las jóvenes generaciones nacidas después de la Segunda Guerra Mundial, tuvo una considerable influencia en los movimientos contraculturales que en los años sesenta transformarían el escenario mundial y en donde las mujeres serían actoras principales.

Varias fueron las claves para que una nueva ola de feminismo volviera a surgir en los años sesenta: Desde la incorporación masiva de mujeres a la educación superior y al trabajo remunerado, hasta la venta y comercialización de la píldora anticonceptiva que revolucionó el control de la natalidad. A estas claves se sumó la irrupción de los y las jóvenes en diversos lugares del mundo integrándose en tanto sujetos del cambio social. El apoyo que miles de jóvenes dieron al triunfo de la revolución cubana y el repudio por la reanudación de la guerra de Vietnam fue un factor ideológicamente importante para ese cambio de mentalidad. El “Che” murió en 1967, iniciándose con ello la era del guevarismo. Poco a poco se estaba gestando lo que se conoce como el “Mayo Francés” donde convergieron estudiantes con obreros en contra de la guerra de Vietnam y del imperialismo. La juventud se politizó, creyó en la utopía, hubo quienes enarbolaron el lema hippie de “amor y paz” y con ello el panorama cambió vertiginosamente. En 1968, asesinaron a Martin Luther King, tuvo lugar la “Primavera de Praga”, se levantaron las universidades francesas y alemanas y el 2 de octubre en México, masacraron a los estudiantes.

Al igual que sus compañeros varones, algunas mujeres jóvenes también se radicalizaron y concientizaron esgrimiendo como bandera la liberalización de las costumbres. La emancipación sexual y la reivindicación de la autonomía del cuerpo femenino acompañaría el nuevo papel que las mujeres empezaron a demandar en la sociedad marcando una diferencia cualitativa con respecto del discurso de los movimientos que fueron su antecedente. En varios lugares del mundo se iniciaron campañas para legislar sobre el divorcio, el derecho al aborto, por la igualdad de salarios; la no discriminación por razones de sexo y en contra de la violencia hacia las mujeres. México no fue la excepción.

Al movimiento feminista mexicano[3] que nació y se desarrolló en sus inicios en la ciudad de México desde fines de la década de los años sesenta del siglo pasado, se le conoce como: “la nueva ola”, “la segunda ola” o “neofeminismo mexicano”,[4] ya que al igual que sus similares en Estados Unidos y en Europa, difiere de aquel que encabezaron las sufragistas de fines del XIX y mediados del XX cuyo objetivo residía en alcanzar la igualdad con los hombres a través del derecho al voto. Este nuevo feminismo irá más allá al intentar desplazar la desigualdad que sufren las mujeres en busca de una justa equidad entre los géneros, colocando al cuerpo femenino y sus manifestaciones como centro de las exigencias.

Para analizar los cambios y transformaciones experimentados por la primera época de este movimiento y sus integrantes, es preciso echar mano de los estudios, ensayos y notas periódisticas que se han abocado a investigar su accionar y que permiten incorporar a la discusión cuestiones tales como el significado de las movilizaciones femeninas, las aportaciones teóricas y el itinerario recorrido, situaciones que siguen al margen de las preocupaciones de los estudios teóricos y académicos. Si bien puede pensarse que no hay suficiente material para evaluar las actividades de estas militantes, hay que aclarar que el feminismo ha mostrado sus transformaciones y acción simbólica en la sociedad trazando una cartografía que lo ubica dentro de los movimientos más importantes del siglo XX por sus aportaciones teóricas y su praxis política. Los trabajos existentes se iniciaron con un carácter militante y/o descriptivo, recientemente han empezado a aparecer análisis que profundizan en cómo han procedido estos movimientos y cuál ha sido su camino ideológico y de lucha, enmarcándolos al lado de los movimientos sociales contemporáneos.[5]

Dentro de la producción historiográfica relativa al movimiento feminista encontramos dos amplias tendencias: una, que da a conocer lo que sucede en la práctica feminista a través de la evaluación de sus alcances y significados, a fin de poner en evidencia que el movimiento ha contribuido a resquebrajar viejos paradigmas de la acción y la reflexión política, al tiempo que ha impactado en algunos aspectos sociales y otra, se refiere a las investigaciones que relacionan el quehacer feminista con la práctica política y el llamado “trabajo hacia fuera” con mujeres a través de asesorías jurídicas, psicológicas o relacionadas con los derechos reproductivos, con el objetivo de plantear cómo el feminismo ha influido en la configuración de un nuevo orden social que ha cuestionado las formas hegemónicas de hacer y concebir a la política con el objeto de transformar la vida cotidiana.

De esta manera se examinan los factores socio históricos que condicionaron la aparición del activismo femenino y sus formas colectivas de identidad; el compromiso con la categorización y definición de su praxis para poder examinar los distintos movimientos de mujeres y su relación con el feminismo, las diversas posturas que ha sostenido a lo largo del tiempo y la crítica del paso del esencialismo al pluralismo de los discursos es decir, la diferencia como actitud liberadora[6] y por último, el análisis del vínculo entre movimientos de mujeres, movimiento feminista y democracia, un asunto candente en los países de América Latina en la actualidad y que ha cobrado relevancia desde los años noventa.[7]

Movimientos contraculturales y mujeres: el 68

En un momento en donde el Estado y sus instituciones no eran capaces de solucionar los conflictos sociales y a la vez enmarcado en un proceso de transición hacia la modernización del país, cuando los canales de participación parecían estar cerrados y la búsqueda de una mayor democratización era la utopía a alcanzar, se reunieron grupos de mujeres que rechazaban el orden prescrito, cuestionaban su subordinación y proponían subvertir las costumbres imperantes. El movimiento estudiantil mexicano de 1968, al igual que el surgido en todo el mundo, propició que el descontento femenino abrevara y tímidamente se organizara. Las condiciones de posibilidad para que apareciera el neofeminismo mexicano se pueden encontrar en el agotamiento del modelo de desarrollo estabilizador imperante en el país, el cual respondió a la ebullición de nuevas ideas en el seno de las elites intelectuales e incluso de un importante crecimiento de la izquierda mexicana de donde algunas de las militantes provenían.[8]

Si bien la participación númerica entre hombres y mujeres en el movimiento de 1968 pareciera que fue similar, no sucedió lo mismo con la actuación y el liderazgo. A ellas se las relegó a labores de impresión y reparto de volantes; preparación de los alimentos para quienes hacían guardias; limpieza y mantenimiento de los locales donde se reunían los comités; engrosaban las filas en las manifestaciones; apoyaban, participaban como brigadistas, y el poder de la palabra y de la discusíon lo tenían muy pocas, estaban marginadas.[9] Este “entrenamiento o capacitación” influyó para que algunas mujeres repensaran su papel dentro del hogar, la calle y la universidad, su escasa preparación para hablar en público y para hacer política, las empujó a reunirse para convertirse en protagonistas. Las diferencias de género en el uso de los espacios público y privado impulsó a algunas a apropiarse de ellos en sus movilizaciones y sobre todo a darse cuenta de que su rol en el espacio privado no trascendía al público, no se reconocía, ni se le daba la importancia que tenían. Además, las relaciones interpersonales provocaron cambios en las relaciones de género que incluían un amplio espectro de percepciones y prácticas sexuales diferentes. Este despertar sexual a la larga se pudo enlazar con la política y permitió que algunas constataran las implicaciones de lo que significaba ser mujer.

La nueva ola

El feminismo mexicano de la nueva ola comparte puntos de coincidencia con otros del mundo occidental: un origen urbano, una cultura universitaria y un desencanto por el escaso margen de participación femenina en el ámbito público. Cuando apareció en 1970, solamente el grupo de la Unión Nacional de Mujeres Mexicanas (UNMM) estaba activo; constituido en 1964 trabajaba para “organizar y unir a los más amplios sectores de mujeres mexicanas y promover la lucha por los derechos y reivindicaciones de la mujer…”,[10] provenientes del Partido Comunista sus integrantes buscaban derechos para la mujer como madre, trabajadora y ciudadana; esta declaración de principios dio como resultado que no hubiera convergencia entre el naciente neofeminismo y la UNMM ya que éstas, al igual que el comunismo internacional, consideraban al feminismo como divisionista, pequeñoburgués y no vinculado a las mujeres trabajadoras. Estaba también, desde 1969, CIDHAL (Comunicación e Intercambio para el Desarrollo Humano en América Latina, A.C.), asociación civil sin fines de lucro, fundada por Betsie Hollants para que las mujeres contaran con espacios de investigación, documentación y crecimiento.[11]

La coyuntura política, aunada a la recomposición de las fuerzas políticas llevadas a cabo por el gobierno de Luis Echeverría Álvarez a partir de 1970, propició un clima de apertura con base en cambios en las orientaciones políticas y económicas, en donde se proponía una mayor liberalización. Para desmarcarse de su antecesor se recurrió a lo que se conoció como “apertura democrática” la cual buscaba abrir canales de expresión en sectores que el sistema usualmente no integraba de tal manera que se pudieran manifestar en corrientes de opinión. En la práctica esta apertura se tradujo en una mayor libertad de expresión de la prensa, en una crítica social incipiente y en la integración de sectores sociales que pugnaban por expresar sus demandas. Se estimuló una importante participación sindical, -siempre que no hubiera oposición frontal con el Estado- y se puso énfasis en la autonomía universitaria. En este contexto aparecieron los primeros grupos que constituyeron lo que se ha dado en llamar: la “nueva ola del movimiento feminista mexicano” que adquirieron su razón de ser en tanto respuesta a la pretendida apertura del sistema, que supuestamente privilegiaría a los grupos contestatarios.

La creación de un movimiento

La nueva ola del movimiento feminista mexicano se inició a partir de grupos pequeños y dispersos de mujeres urbanas de clase media universitaria, profesionistas, periodistas, que examinaban de entrada su vida personal en lo concerniente a su sexualidad relacionando el espacio privado, con aquello que repercute en el nivel de lo público. Hicieron suya la consigna “Lo personal es político” que llevaba implícita la idea de que las mujeres estaban universalmente[12] subordinadas y explotadas y que solo a través de la toma de conciencia de su situación común podrían cambiar las estructuras que las oprimían. Éstas feministas mexicanas, algunas de las cuales provenían de grupos marxistas y de izquierda, recurrieron a algunos de los planteamientos que utilizaban mujeres de otras partes del mundo, abrevaron en ellas y entre estos grupos dos tendencias predominaron: el feminismo socialista[13] y uno cercano al feminismo liberal.[14]

Cinco grupos establecidos en los primeros cinco años de la década de los años setenta fueron los pioneros de este movimiento: Mujeres en Acción Solidaria (MAS) y Movimiento Nacional de Mujeres (MNM). Del primero surgieron tres escisiones: el Movimiento de Liberación de la Mujer en 1974 (MLM), el colectivo La Revuelta en 1975 y en el mismo año el Movimiento Feminista Mexicano (MFM). Se organizaron a partir de grupos de autoconciencia y cuestionaron el sexismo, el patriarcado y el androcentrismo en sus varias manifestaciones presentes en la pareja, el trabajo, la casa, la escuela y la vida cotidiana.

La mecánica de organización giró alrededor de pequeños grupos que aparecían y desaparecían, se fusionaban unos con otros y se mezclaban entre ellos de una manera endogámica. La identidad colectiva de las militantes se construyó a partir de procesos de aprendizaje, creación de solidaridades, sentimientos de pertenencia, incluso negociaciones y conflictos. Al tiempo que la identidad feminista empezaba a gestarse, los grupos se encerraban dentro de sus propias proyectos, aislándose de temas sociales y blandiendo la bandera de una autonomía que las alejaría de otros movimientos sociales y de la acción estatal. “La concepción de que el trabajo debe partir de los propios grupos de mujeres, en donde ellas tengan una primera experiencia de análisis de su realidad en un contexto lo menos opresivo posible”.[15] Esta actitud las distanció de lo que acontecía políticamente e hizo que algunas militantes se alejaran.

A partir de lecturas fundamentales como la Mística de la feminidad de Betty Friedan, El segundo sexo de Simone de Beauvoir y Las mujeres de Margaret Randall, empezaron a tomar en serio el tema y a buscar la manera de discutirlo. A esto se sumó la aparición de dos artículos que fueron el pivote para las conformación de los grupos: el 5 de septiembre de 1970 se publicó en el diario Excélsior “La liberación de la mujer aquí” firmado por Rosario Castellanos donde narraba la conmemoración del cincuentenario del otorgamiento del voto a las mujeres en Estados Unidos y preveía que en México se repetirían en algún momento los acontecimientos que se verificaron en el vecino del Norte; asimismo, el 20 de septiembre del mismo año apareció en el semanario La Cultura en México de la revista Siempre[16] una larga crónica del mismo evento, escrita por Martha Acevedo a raíz de su estancia en San Francisco, California:

“Nuestro sueño está en escarpado lugar. (Crónica de un miércoles santo entre mujeres)” en donde hacía un recuento de lo sucedido y planteaba temas que el movimiento de liberación estadounidense estaba esgrimiendo, como la explotación de las mujeres en el trabajo, la familia, el salario al trabajo doméstico y la doble jornada, la marginación del ámbito público, en especial de la política y la asimetría en las relaciones entre los sexos.

Algunas jóvenes, sin una idea precisa de cómo organizarse para abordar la inquietud que sentían, vieron en el artículo de Acevedo una oportunidad para reunirse a discutir la condición de las mexicanas desde la propia opresión. Estudiantes, amas de casa, profesionistas, secretarias, maestras fueron las integrantes del primer grupo feminista que se conformó en nuestro país. Con este marco de referencia deseaban reinventar un movimiento a partir de lo ya existente en cuanto a líneas generales de lo que conocían como feminismo y que venía de fuera, pero poniendo énfasis en las especificidades de la realidad de nuestro país. La idea era colocar en primera línea del conocimiento público la cuestión de la igualdad sexual y la urgente necesidad de reformar las relaciones de género.

“Para superar el aislamiento, la inseguridad, la competencia y crear una conciencia del valor propio y capacidad para organizarse, se vio como necesaria la experiencia del pequeño grupo”,[17] es decir, reuniones de un número reducido de mujeres que deciden compartir sus experiencias cotidianas de opresión y subordinación. Este fue un proceso que permitió confirmar que su experiencia no era única, que era política además, conllevaba a diseñar estrategias para su superación, dialogar, aprender a confiar en sí mismas y a analizar sus experiencias y percepciones como vía para transformarlas en conciencia política. Buscaban demostrar que aquello que se consideraba individual era de hecho, común a la mayoría: los problemas tienen causas sociales y, por lo tanto, soluciones políticas. De ahí aparecía el lema “lo personal es político” que se adoptó para la lucha.

De inicio, la mayoría de los grupos que se establecerían en este quinquenio, se nuclearon en torno a la reflexión y análisis de la condición femenina: la maternidad, la doble jornada de trabajo, la sexualidad, la subordinación, la discriminación y la exclusión por relaciones asimétricas, entre otros temas. El problema que enfrentaron fue de dispersión, poca consolidación y una nula cohesión en tanto movimiento y por tanto, sin vinculación con el exterior.

Comenzaron a reunirse y surgieron ideas para su expansión. La primera actividad pública fue un mitin frente al monumento a la madre para denunciar la manipulación tramposa que los medios de comunicación hacen y siguen haciendo del “Día de la Madre”; con ello no sólo saldrían a la calle, sino mostrarían la existencia del grupo, dando a conocer su declaración de principios: oposición a los manejos publicitarios y cuestionamiento de los mecanismos patriarcales que marginan y subordinan a las mujeres. Con este acto que ellas denominaron “político cultural” y que sufrió algunos altibajos en su preparación, nació MAS el 9 de mayo de 1971.[18]

Este episodio les permitió no solo constituirse, sino continuar estudiando y preparándose en las temáticas que el feminismo internacional estaba discutiendo. Un hecho que también ayudó a integrar más mujeres al grupo fue la visita de Susan Sontag[19] a la Facultad de Ciencias Políticas de la UNAM, invitada a hablar sobre feminismo. A la salida de la conferencia se recabaron datos de las asistentes interesadas en incorporarse. Hubo una reunión en la que algunas se sumaron. Se planteó la línea a seguir, la manera en que trabajarían: partir de las experiencias personales para identificar constantes de la opresión de las mujeres (hostigamiento sexual, discriminación en el trabajo, violencia, etc.). Una vez conscientes de la existencia de la opresión, se pasaba al análisis y discusión del problema en una perspectiva social, para de ahí definir las líneas de acción. Las integrantes se dividieron en grupo Norte y grupo Sur de acuerdo con la zona en la que habitaban, lazos afectivos y amistosos. Ambos se organizaron en pequeños grupos y se dedicaron a definir el feminismo al que se adscribirían y las estrategias a seguir.

Se dedicaron a la promoción: impartieron conferencias en varios estados de la república, publicaron artículos donde explicaban la condición femenina, apoyaron huelgas de obreras textiles en varios puntos de la república. Este intercambio de ideas y de visiones del mundo permitió a las feministas confirmar la necesidad de constituir un movimiento capaz de alcanzar a todos los estratos sociales a fin de que las mujeres se vieran reflejadas en él. No obstante el trabajo realizado, las pugnas dentro de los grupos se intensificaban, las discusiones eran desgastantes en virtud del rechazo hacia las formas tradicionales de funcionamiento y estructura, las diferencias entre las integrantes se ahondaron sin poderse resolver. No se hablaba de las cuestiones de liderazgo, ni de las diferencias de clase social pero, era evidente que había fuertes conflictos al interior.

En septiembre de 1972 se llevó a cabo un ciclo de conferencias titulado Imagen y realidad de la mujer[20] donde se plantearon los puntos de vista que el incipiente movimiento feminista había alcanzado y esperaba conseguir. Las temáticas expuestas giraban –como desde antes- en torno al sexismo, al feminismo y la liberación de la mujer y la lucha social. A fin de procurar limar asperezas e integrar más mujeres, se llevó a cabo una convivencia donde las feministas con mayor prestancia abordaron temas como el trabajo, el cuerpo y la necesidad de un movimiento de liberación femenina en el país. El problema de no poner límites, organizar, convertise o ser tildadas de autoritarias, empañó los objetivos que buscaban alcanzar. Las conclusiones apuntaron en tres vertientes: la opresión que sufren las mujeres y sus consecuencias, las estrategias posibles de lucha y los compromisos y acciones concretas que podían cumplir.[21]

Lo que resultó claro y fue motivo de escisión, fue la incompatibilidada entre el trabajo dentro del pequeño grupo y el que proyectaban realizar hacia fuera para darse a conocer. Por ello, debían ser capaces de plantear alternativas no sólo de lucha por reivindicaciones específicas, sino impactar al menos en el imaginario simbólico para conseguir, en un primer momento, que sus ideas se conocieran. A la luz de lo que hoy se plantea en el feminismo se puede decir que estas militantes estaban inmersas en el mujerismo[22] y no veían más allá de los intereses prácticos de género, pasarían algunos años antes de que realizaran el análisis que derivaría en los cambios de mirada hacia intereses estratégicos de género.[23]

Entre tanto, mientras el MAS se enfrascaba en estos dilemas, en 1972 se integraba otro grupo conformado en su mayoría por mujeres ligadas a los medios de comunicación: Movimiento Nacional de Mujeres (MNM). Estas militantes no conocían de la existencia del MAS y tardarían en vincularse con ellas, por su labor periodística estaban enteradas del desarrollo de la nueva ola del feminismo norteamericano y europeo.

El MNM a diferencia del MAS, se constituyó en Asociación Civil,[24] con estructura formal y estatutos. Funcionaba con jerarquías: presidenta, secretaria, tesorera y por lo tanto no se propuso como grupo de autoconciencia. Su objetivo giraba alrededor del estudio del porqué de la desigualdad jurídica, social y familiar de la mujer y casi desde el inicio lucharon por legalizar el aborto.[25] Planteaban publicar artículos en revistas y periódicos para difundir las ideas y teorías feministas, deseaban integrar más mujeres al grupo y ampliar sus miras a otros sitios de la república, cosa que por la escasa comunicación, poco dinero y razones de trabajo, no se pudo concretar. Su labor, al igual que la de todos los grupos que ya estaban y los que surgirían después, se concentró en la impartición de conferencias a lo largo del país a fin de apoyar la formación de grupos los cuales desaparecieron al poco tiempo.

 Durante 1973 el MAS llevó a cabo varios intentos de promoción e integración a través de reuniones, convivencias amplias con otras mujeres, publicación de documentos lo que condujo a la confrontación entre las distintas posturas prevalecientes[26]. Como ya se mencionó, no hubo consenso para definir la vinculación entre el pequeño grupo y el trabajo hacia fuera y sobrevino el primer rompimiento. Carlos Monsiváis define muy bien lo que pasaba: “Los grupos se multiplican y dan lugar a comunas “integradas”, seminarios de concientización, manifestaciones artísticas que incluyen poesía, pintura y canciones”[27] y se dan los rompimientos.

De la escisión surgió el Movimiento de Liberación de la Mujer (MLM) que trabajó mediante el esquema del pequeño grupo. Por su parte, el MAS publicó algunos artículos en Punto Crítico y Siempre! y desapareció poco después. Las militantes del MLM continuaron dictando conferencias sobre feminismo para quienes se integraban y para público interesado. Al interior del grupo analizaban la opresión y marginación que sufrían y la relacionaban con la situación de la mujer en general. A través de estas actividades se consiguió revitalizar al grupo que adquirió una configuración más o menos estable.

De escisiones y rompimientos

La Organización de las Naciones Unidas (ONU) proclamó 1975 como el Año Internacional de la Mujer (AIM) cuyo lema “Igualdad, Desarrollo y Paz” globalizaba el plan de acción mundial que todos los países miembros se comprometían a cumplir. La ciudad de México consiguió ser la sede y la conferencia se verificó entre el 19 de junio y el 2 de julio de 1975. Antes del evento se programaron conferencias con feministas estadounidenses, francesas, italianas y portuguesas[28] donde las mexicanas tu.[29]

Mientras las mujeres del MLM se renovaban, las del MNM intervenían en el análisis de los Libros de Texto Gratuitos a fin de examinar la manera en que se relega a la mujer desde la educación, compararon textos e imágenes donde la discriminación era visible. También, buscaron la manera de relacionarse con mujeres de los sectores populares y consiguieron dar charlas en las delegaciones del Distrito Federal donde comentaban sobre violación, mujeres golpeadas, doble jornada, feminismo y temas afines. Estas actividades consolidaron al grupo y las impulsaron a trabajar en la búsqueda de soluciones conjuntas, enfocaron sus esfuerzos en lograr la despenalización del aborto. Este grupo fue el que más se ocupó del tema.

El gobierno preocupado por la imagen que el país daría al mundo, se dio a la tarea de modificar las leyes discriminatorias que estaban dentro de la Constitución y demás códigos y que afectaban los derechos de las mujeres. De esta manera para reconocer la igualdad entre hombres y mujeres se reformó el artículo cuarto constitucional.[30] Se invitó a algunas feministas a participar en las discusiones, pero no se les hizo caso, aunque es importante hacer notar que se las reconoció como interlocutoras.[31]

Por su parte, el MLM resolvió mantenerse al margen de la Conferencia y dirigir sus esfuerzos a organizar un Contracongreso para boicotear al AIM, resolución que el feminismo internacional también había tomado, manifestándose en contra y denunciando la manipulación que se estaba dando. Años después para 1980 la situación cambiaría y a partir de entonces las feministas participarán en las siguientes conferencias.[32] En estos momentos su ausencia provocó que quedaran fuera de los arreglos institucionales y no hubo repercusiones de las actividades paralelas que organizaron. Sin embargo, un grupo del MAS colaboró con el gobierno en la creación del Centro de Información y Documentación para el Decenio de la Mujer y el Desarrollo (CIDDEM) que funcionó hasta 1976, compilando, analizando y difundiendo información referente a las mujeres que sería de utilidad para investigador@s, centros de estudios, organismos internacionales y otros.

El desgaste por el trabajo realizado con el Contracongreso provocó conflictos, desmoralización y salida de militantes; un grupo pequeño se separó y formó el Movimiento Feminista Mexicano de efímera duración. Otro grupo que también se marchó en 1975 sin que hubiera diferencias ideológicas de fondo, formó el Colectivo la Revuelta para producir un órgano de difusión capaz de concientizar a mayor número de mujeres. Así nació en septiembre de 1976, el primer número del periódico La Revuelta, la primera publicación feminista en México. Aparecieron nueve ejemplares hasta julio de 1978. El periódico tocaba temas fundamentales para el feminismo como el aborto, la violación, la sexualidad, el trabajo doméstico, la maternidad. El grupo estaba muy cohesionado lo que ahuyentaba la incorporación de nuevas militantes; se consideraban radicales y enarbolaban su autonomía con respecto a cualquier organización, por supuesto, también realizaron actividades de difusión feminista y por un buen tiempo mantuvieron un taller sobre sexualidad en el Museo del Chopo. Conscientes de la importancia de la difusión buscaron abrir canales de expresión en revistas y periódicos, de esta manera hacia los años ochenta el colectivo consiguió publicar durante dos años una página feminista semanal en el periódico Unomásuno, donde expusieron la problemática de la mujer en México y en el mundo. De inicio firmaron como el Colectivo y después a instancias de la dirección del diario, lo tuvieron que hacer con sus nombres. Continuaron escribiendo artículos en otras publicaciones y editaron un compendio de lo aparecido en el diario.[33]

Esta labor de divulgación propició que se formaran algunos pequeños grupos en distintas ciudades del país que comenzaron a conocer las publicaciones sobre el tema.

La relación entre los grupos que debió propiciar un análisis exhaustivo a fin de establecer una estrategia común de lucha para movilizarse e impactar a la opinión pública, no pudo ser puesta en marcha por las interminables discusiones y debates donde los temas se cuestionaban ad infinitum. Los asuntos acerca de cómo trabajar, y cómo fijar proridades ocuparon demasiado tiempo y energía, llevándolas a un punto muerto.

¿Da fuerza la unión?: la primera instancia unitaria

Yo si creo que el feminismo ya no se detiene, es un movimiento irreversible porque es la base para cambios fundamentales.[34]

A lo largo de la lucha emeprendida por el feminismo mexicano hubo intentos por remontar el aislamiento en que se había confinado el movimiento; para combatirlo e intentar trabajar unidas en torno a intereses comunes se constituyó la Coalición de Mujeres Feministas en 1976, se acordó trabajar sobre tres ejes que desde entonces han sido prioritarios y que hasta la fecha están vigentes: la despenalización del aborto y la educación sexual, la lucha contra la violación y la protección a las mujeres golpeadas. La Coalición sirvió como elemento cohesionador de las demandas en que todos los grupos estaban de acuerdo. El 1 de diciembre de 1977 consiguieron presentar un primer proyecto para la despenalización del aborto, al que denominaron “por un aborto libre y gratuito”.[35]

Mientras se reunía la Coalición y abrigada por ella se constituyó también en 1976 el Colectivo de Mujeres. Éstas volvieron a abrir la discusión acerca de la doble militancia y lo que significaba pertenecer a un partido político y a un grupo feminista. Provenientes del Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT) desde donde estudiaban abiertamente la problemática de las mujeres y analizaban la opresión femenina, relacionándola con la lucha de clases, pero sin subordinarse a ella. Entablaron relación con militantes del MAS y del MLM y para integrarse al feminismo se dieron a la tarea de funcionar como grupo de concientización acercándose a la Coalición.

No se puede dejar de mencionar que, en octubre de 1976 se fundó la revista fem[36] editada colectivamente por un grupo proveniente del MLM e ideado por Alaíde Foppa[37] y Margarita García Flores[38] quienes formaron el primer directorio colectivo. La idea era crear un espacio para la reflexión y análisis de la situación de la mujer. Esta revista que se editó ininterrumpidamente hasta 2005, es un referente imprescindible de los movimientos feministas y de la lucha por los derechos de las mujeres en México y América Latina. Atrajo además, a feministas de todos los grupos y a académicas reconocidas quienes participaron escribiendo artículos originales y novedosos. Las cuestiones tratadas iban desde la historia de las mujeres hasta los temas que se debatían dentro del movimiento. Aparecieron otras publicaciones de escasa difusión y duración; desde 1990 se publica semestralmente Debate feminista libro-revista con números monográficos y traducciones de artículos académicos.

Si bien es posible constatar que los grupos no permanecieron fijos y las militantes circulaban entre ellos, abandonaban la militancia y/o volvían o se retiraban definitivamente, durante estos años el trabajo realizado por quienes persistieron en su empeño puso las bases de lo que en el futuro reivindicarían las feministas. El caso del MLM resulta ilustrativo ya que fue el grupo que más actividades impulsó, amén de haber interactuado con mujeres de otros grupos. Cuando dejó de existir dejó una estela de iniciativas que pusieron las bases de propuestas importantes.

Entre los intentos por hacerse notar y conseguir reconocimiento encontramos que del 7 al 9 de noviembre de 1977 tuvo lugar en la ciudad de México, el “Primer Simposio Mexicano Centroamericano de Investigación sobre la Mujer” apoyado por el Colegio de México y la UNAM donde participaron investigadoras de México, América Latina y Estados Unidos. Impulsado por feministas que querían que los círculos acádemicos masculinos tomaran en cuenta a las mujeres y a su problemática dentro de sus investigaciones y se pudieran establecer programas o centros de estudios de la mujer pensaban que con este evento sería posible poner en el eje de las preocupaciones la temática. Manifestaban que el objetivo que perseguían era estimular la investigación y dar a conocer cuáles eran los problemas que afectaban el mundo de las mujeres. Este intercambio y reflexión permitió a muchas feministas mexicanas participar y compartir experiencias con feministas académicas estadounidenses y latinoamericanas, asimismo impulsó y fortaleció el trabajo de los grupos, especialmente del MLM, al tiempo que empezó a formarse otro perfil de feministas: las académicas.

El trabajo hacia fuera había tenido poca repercusión, por lo que militantes del MLM se dieron a la tarea de poner en acción los principios por los que luchaban. Conformaron el Centro de Apoyo a la Mujer Violada (CAMVAC) para que brindara asesoría legal, ayuda psicológica y médica a las víctimas. Asimismo, se propusieron influir para que se modificaran las leyes y se incrementaran castigos a los violadores.[39] Al inicio llevaban a cabo consultas telefónicas pero hacia 1979, consiguieron rentar una casa a la que denominaron el “Centro para Mujeres” donde además de lugar de reunión del grupo se mantenía un taller de iniciación al feminismo. En ese mismo local establecieron el Colectivo de Acción Solidaria con la Empleada Doméstica (CASED).[40]

Esta etapa vio aparecer varios grupos o colectivos de mujeres con distintos perfiles profesionales. Entre 1975 y 1982 estuvieron activos el Colectivo “Cine Mujer”, Lucha Feminista, el Grupo Autónomo de Mujeres Universitarias (GAMU). En 1977 aparece Lesbos el primer grupo de lesbianas feministas y Mujeres para el Diálogo grupo relacionado con la iglesia. En 1979 se constituyó el Frente Nacional por la Liberación y los Derechos de la Mujer (FNALIDM). La formación de este organismo empujó a varias mujeres a dar nombre a sus grupos y de esa manera poder incorporarse al frente.

El Colectivo Cine Mujer funcionó entre 1975 y 1984 con altibajos. Conformado por cineastas egresadas la mayoría, del Centro Universitario de Estudios Cinematográficos de la UNAM, dedicadas a la realización de documentales con temáticas claramente feministas. Abordaron temas tabú para esos momentos: el aborto (Cosas de mujeres, 1975-1978, de Rosa Martha Fernández), el trabajo doméstico (Vicios en la cocina, 1977, de Beatriz Mira y Vida de Ángel, 1982 de Ángeles Necoechea), la violación (Rompiendo el silencio, 1979, de Rosa Martha Fernández) y la prostitución (No es por gusto, 1980, de Mari Carmen de Lara y María Eugenia Tamés). En 1981 Sonia Fritz presentó Es primera vez documento fílmico sobre el Primer Encuentro Nacional de Mujeres[41]. Durante varias décadas estas películas tuvieron escasa difusión fuera de los circuitos universitarios y políticos, pero apoyaron la causa feminista en los espacios donde se pudieron presentar.[42]

Un grupo que desde 1974 estudiaba la teoría feminista desde la psicología y que se reunía de manera informal como círculo de estudios para tratar de entender la problemática social y su relación con la mujer, se autonombró en 1978: Lucha Feminista. Tenían contacto con algunos grupos feministas, sin participar en ninguno. En vista del carácter de su trabajo, la realidad de la opresión de la mujer les resultaba más obvia, ya que a los consultorios llegaban mujeres con problemas comunes para los cuales la psicología no siempre tenía respuestas. Se juntaban para estudiar e intercambiar opiniones acerca de la problemática feminista que les preocupaba y buscaban cómo solucionarla mediante el análisis. Como grupo cuestionaban las formas verticales de trabajo -de la misma manera que lo hacían el MAS, MLM y La Revuelta- y la falta de organización. Decían que el desgaste de los otros grupos feministas se debía a la falta de estructura y al hecho de que no podían sobrellevar los problemas cotidianos.[43] De ahí que el grupo se abocó a crear círculos de estudios e investigación. No obstante, fue hasta 1978 cuando se decidieron integrarse al FNALIDM, buscaron un nombre que hiciera sentir que había mujeres con una visión feminista y marxista que pugnaban por un cambio social.

Por esta misma época se conformó un grupo numeroso de mujeres: el Grupo Autónomo de Mujeres Universitarias (GAMU) que reunió estudiantes de distintas facultades de la UNAM; en 1979 participaron en el FNALIDM. Entre sus integrantes había mujeres con militancia política en partidos de izquierda,[44] aceptaban la doble militancia y estaban determinadas a hacer trabajo hacia fuera. No obstante su número, que excedía a cualquier grupo feminista, descuidaron su trabajo en la universidad en acciones concretas lo que las llevó a perder adeptas.

El segundo intento –fallido– de consolidarse en tanto movimiento feminista fue la creación del Frente Nacional por la Liberación y los Derechos de la Mujer (FNALIDM) que tenía como objetivo “unificar los esfuerzos de todas las organizaciones políticas partidarias, sindicales, feministas y sociales que buscaban la obtención de los plenos derechos de las mujeres teniendo como meta su plena liberación en los planos económico, político, social y sexual”.[45] El plan de acción del Frente giraba en torno a cuatro ejes:

1.                 Maternidad voluntaria[46]

2.                 Guarderías

3.                 Campaña contra la violencia sexual en todas sus formas: hostigamiento, insulto violación, represión a los homosexuales, etcétera.

4.                 Problemas de las trabajadoras discriminadas de la Ley Federal del Trabajo; empleadas del hogar, maquiladoras, costureras a domicilio, pequeño comercio, banca, etcétera.[47]

Esta segunda tentativa apoyada en premisas compartidas, tampoco dio los frutos esperados. La diversidad de corrientes, de clases sociales e incluso de opciones sexuales que aparecieron en el Frente, la negativa para negociar entre ellas, la aversión a las jerarquías y la no concordancia con una plataforma común hizo que las pugnas se volvieran interminables, que los desacuerdos afloraran y que no se alcanzaran consensos.

El fin de la primera década de vida del nuevo feminismo mostró la existencia de una variedad de corrientes coincidentes que cada grupo esgrimía y que a pesar de ello se presentaban irreconciliables entre si, de allí que la armonización de posturas resultara insostenible.

Estancamiento y … despegue

La segunda década de la práctica feminista, en los años ochenta, se caracterizó por la organización de un gran número de reuniones, encuentros y foros que permitieron dar a conocer la praxis feminista en diversos espacios.[48] Se inició la incorporación de muchas militantes al sector público, a la docencia e investigación en universidades y centros especializados,[49] a la organización y promoción de proyectos productivos financiados por fundaciones internacionales, a la incorporación en la escena política de mujeres de sectores populares, campesinas, trabajadoras, sindicalistas y de los movimientos urbanos populares[50] que conformaron un feminismo popular que imprimió demandas de género a las de mujeres”.[51] En esta etapa tres vertientes del movimiento feminista estaban vigentes: las feministas históricas de las que hemos hablado, las populares y las sociales, estas últimas, integradas en Organizaciones No Gubernamentales.

El surgimiento de estas vertientes estuvo marcado por la crisis económica debida a la baja del precio del petróleo, el proteccionismo hacia los sectores productivos y la drástica reducción del gasto público, lo que repercutió necesariamente en la caída de los salarios y en el deterioro de amplias masas de la población, entre ellas las mujeres quienes se volcaron a las calles a pedir mejores condiciones de vida.

Mientras las feministas históricas se encontraban estancadas, el escenario se poblaba de mujeres de los sectores populares y de la llamada sociedad civil, con quienes las feministas hasta entonces no habían podido interactuar. Un factor que contribuyó a que estos sectores se movilizaran, fue el trabajo que venía desarrollando CIDHAL aunado al de grupos provenientes de la Comunidades Eclesiales de Base (CEBS) y de la Iglesia católica progresista que convocaron al Primer Encuentro Nacional de Mujeres de Sectores Populares en México en 1980[52] con lo que el movimiento amplio de mujeres empezó a sentar sus bases sin el concurso de las feministas, pero con clara influencia de sus propuestas, Esta nueva configuración mostró que las feministas tenían que reenfocar necesitaban reenfocar sus prioridades y reestructurar su campo de acción a fin de relacionarse de manera efectiva con mujeres de otras clases sociales. De ahí que en 1983 algunas militantes trataran de ligarse con mujeres de este movimiento social popular; para ello sus ejes de lucha se adaptaron a las necesidades de estas mujeres: contra la carestía; contra la violencia hacia las mujeres por la educación de los hijos, dejándose de lado, por el momento, la lucha por el aborto para retomarlo posteriormente. “Se comenzó a elaborar y reelaborar un lenguaje sobre la condición de la mujer y sobre los propios problemas. Este lenguaje incluía una perspectiva feminista y una popular: el género y la clase”.[53]

Un parteaguas en el accionar feminista lo constituyó un fenómeno de la naturaleza: el sismo de 1985[54] propició el establecimiento de un nexo más estrecho entre feminismo y mujeres trabajadoras. Los sismos sacaron a relucir las contradicciones del desarrollo urbano de la capital y por tanto las terribles condiciones de trabajo a que estaban sometidas muchas trabajadoras y permitieron que algunas feministas se relacionaran con ellas y que el estilo de trabajo de las feministas populares se incrementara.

Otro eje de acción se constituyó a partir de un movimiento que intentaba la democratización del país y que se gestó a partir de la coyuntura electoral de 1988.[55] La exigencia de transparencia, de mayor participación política de los grupos de la oposición, de la reactivación del papel del Estado y su legitimación y de la recuperación de la economía popular fueron demandas que aglutinaron a una mayoría de mexicanos cansados de la hegemonía de un partido único. Este movimiento despertó el activismo feminista por integrarse a participar al lado de los movimientos sociales, superando la doble militancia.

El proceso político que dio origen a la búsqueda de elecciones limpias y democráticas, impulsó a las feministas a elaborar propuestas en donde se incluyeran temáticas de mujeres y una mayor participación política. La respuesta consistió en acciones colectivas que llevaron a la creación de una agenda política con reivindicaciones de género donde empezaron a incorporar además, de las demandas propias, la defensa de los derechos humanos.[56] En estos momentos se formaron varios frentes que defendían la lucha por la democracia y que pretendían negociar con los partidos políticos e incluso con el Estado, demandas de mujeres. Las feministas antes aisladas y ajenas al accionar de la política extendieron su praxis a demandas sociales y de género. “La necesidad de mujeres organizadas en torno a demandas de género de dotarse de un perfil político más claro y de trazar pautas para la participación en esta búsqueda democrática explica el surgimiento de varios organismos frentistas”[57] que definieron como ejes de lucha: por la democracia, contra la violencia hacia las mujeres y por el derecho a la vida, demandas que el movimiento había venido enarbolando desde sus inicios. Así surgieron dos grandes organizaciones femeninas cohesionadoras: la “Coordinadora Benita Galeana” que agrupó 33 organizaciones femeniles urbanas, sindicales, de ONG y de partidos políticos y “Mujeres en Lucha por la Democracia” integrado por feministas, académicas universitarias y de partidos políticos. En 1991, a fin de negociar políticamente y presentar candidatas al Congreso de la Unión, se constituyó la Convención Nacional de Mujeres por la Democracia.

Hacia la institucionalización

La tercera década, la de los años noventa, encuentra a las sujetos del feminismo transformándose y uniéndose a los movimientos por la democratización del país, al tiempo que se da una reorganización de los grupos y de las corrientes feministas. El campo de acción de las feministas se ensancha, su influencia simbólica permea conciencias y acciones de innumerables personas y por fin sus propuestas se conocen, aunque también se las despoja de contenido. La plataforma de acción de Beijing (1995) permitiría que las demandas de género se difundieran al recomendarse la creación de mecanismos estratégicos para eliminar todas las formas de discriminación.

Es por eso que encontramos a las feministas históricas ocupadas, ya sea en la academia o en organizaciones no gubernamentales; participando en la política y al movimiento popular de mujeres tratando también, de incidir en la política y de transformar su vida cotidiana. Al mismo tiempo se difunde un movimiento que encabezan las mujeres campesinas e indígenas que a raíz del levantamiento del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) en 1994 dieron a conocer la Ley Revolucionaria de las Mujeres en la que develan su subordinación y tratan de hacer oír su voz, al reivindicar demandas específicas de género como el derecho a elegir libremente pareja, ejercer cargos públicos o a decidir sobre su sexualidad. Estas propuestas enfrentaron a muchas mujeres con el trabajo que venían realizando a fin de hacer encajar etnia, clase y género dentro de su praxis política. Entonces las feministas políticas a partir de su participación en partidos políticos tuvieron que definirse y tomar en cuenta expresiones que no tenían raíces urbanas para hacer coincidir problemáticas de mujeres rurales e indígenas.

Algunas de ellas asumieron abiertamente la doble militancia: ser feministas y participar en política. Sin embargo, no todos los intentos por incluirse fueron exitosos ya que las feministas actuaban a través de grupos identitarios lo que les impedía, en muchas ocasiones, establecer relaciones políticas con fuerzas que podían tener intereses afines, a pesar de todo muchas de ellas lograron superar las diferencias y establecer alianzas coyunturales para participar.

Una victoria obtenida de las acciones del movimiento fue la aprobación el 12 de julio de 1990 de las reformas al Código Civil en lo relativo a delitos sexuales, y a finales del año un suceso controvertido provino del estado de Chiapas donde se permitió el aborto por razones de planificación familiar y en caso de embarazo imprudencial, la reforma duró un lapso muy corto, ya que se canceló debido al escándalo que causó.[58]

En esta década el feminismo inicia su institucionalización,[59] se incorpora de lleno a la academia, participa en la política formal por medio de consultorías a organismos gubernamentales o comisiones de trabajo con funcionarias y militantes políticas; también, proliferan las organizaciones no gubernamentales, a las cuales se integran feministas que desarrollan trabajos de promoción, producción y salvaguarda de los derechos humanos de las mujeres. Aparece un fenómeno singular que caracteriza el activismo feminista: aquellas que están en el movimiento, quienes del movimiento se integran en los organismos gubernamentales y de la sociedad civil que trabajan con variedad de tópicos -como la salud sexual y reproductiva,[60] aquellas que se incorporan a militar en los partidos políticos y las académicas que se convierten en asesoras y transmisoras de las ideas feministas. Además, se empieza a crear una clientela feminista compuesta por jóvenes mujeres y algunos hombres que ingresan a laborar en las instituciones y organismos gubernamentales que están convencidos de que impulsan la perspectiva de género. Estas mujeres establecen vías para empezar a reconocerse socialmente como interlocutoras en la política.

En esta línea se conforma la Coordinadora Feminista del Distrito Federal[61] cuyo objetivo fue fungir como vocera de los principios básicos del feminismo: la violencia hacia las mujeres, la defensa de la maternidad voluntaria y la libre opción sexual. Asimismo, surgen experiencias políticas de organización entre militantes feministas y mujeres políticas. Entre ellas, la campaña “Ganando Espacios” que buscaba incrementar el número de mujeres en las representaciones políticas en los cargos de toma de decisiones a través de las cuotas y el “Grupo Plural” que trabajó en un proyecto de reforma a ley sobre delitos sexuales.

Como respuesta a las demandas del movimiento amplio de mujeres y como una clara política afirmativa, se constituye en 1998 el Programa para la Participación Equitativa de la Mujer en el Distrito Federal como resultado del Plan de Igualdad de Oportunidades para las Mujeres expedido por el Gobierno del Distrito Federal.[62] Al mismo tiempo en cada una de las 16 Delegaciones que componen al Distrito Federal se abren Unidades Delegacionales del Inmujeres. Será hasta 1999 cuando el PROMUJER se transforme en el Instituto de la Mujer del Distrito Federal (Inmujeres DF). Se trabaja promoviendo los derechos de las mujeres y se busca la toma de conciencia de las usuarias a partir de “líneas estratégicas que tienen el cometido de trabajar sobre los factores que mantienen a las mujeres en una posición de desventaja: la violencia hacia las mujeres; la falta de salud integral; la falta de organización para reivindicar los intereses de género; la falta de recursos económicos propios; la falta de apoyo para la atención y cuidado de las hijas e hijos, debido al rol de madre y ama de casa”.[63] Esta manera de funcionar ganó terreno en la ciudad capital permitiendo que este organismo incidiera en las condiciones de vida de las usuarias, generalmente de sectores económicos bajos, a través de los servicios que presta.

Por decreto presidencial en 2001 se creó el Instituto Nacional de las Mujeres, organismo que tiene por objetivo “identificar, sistematizar y evaluar, en el ámbito nacional y ante los foros internacionales, las acciones y estrategias desarrolladas en beneficio de la equidad entre hombres y mujeres”.[64] Ambas instancias están desvinculadas y no mantienen nexos entre sí, no obstante las dos trabajan con perspectiva de género y buscan transversalizar sus acciones; podríamos aventurar que establecen una especie de competencia aunque la local es operativa y la nacional sólo normativa.

Las feministas se han integrado a la política para lo cual han desarrollado diversas estrategias: Una de ellas fue en 1999 con la formación de una agrupación política nacional, Diversa, que pretendía incluir en las plataformas de los partidos una agenda feminista capaz de negociar leyes y políticas públicas que garantizasen igualdad de trato y oportunidades para las mujeres. De esta organización se derivó en el 2000 “México Posible” primer partido con orientación feminista, avalado por personalidades de la sociedad civil y con una feminista como candidata a la presidencia.[65]

Otras agrupaciones feministas han buscado fortalecer la ciudadanía femenina a través de la equidad en la participación y en la representatividad. Las comisiones de Equidad y Género del Congreso de la Unión y de la Asamblea de Representantes son logros con clara influencia feminista. Desde 1998 se conformó el Parlamento de Mujeres de México compuesto por legisladoras de los diferentes partidos y como una instancia legislativa de vinculación con la sociedad civil con el fin de “elaborar propuestas legislativas que contribuyan a eliminar todas las formas de discriminación de género y promover políticas y acciones gubernamentales que garanticen la aplicación de leyes y programas hacia las mujeres en rubros como salud, educación, trabajo cultura, alimentación y política”.[66]

Un nuevo siglo, ¿un nuevo feminismo?

La actividad de las mujeres en general y de las feministas en particular pareciera haberse desplegado en la capital y diseminado a lo largo del país luego de cuarenta años de práctica, en los últimos diez desde la llegada a la presidencia de la derecha,[67] su actividad se ha visto obstaculizada a causa de la abierta oposición del gobierno y su alianza evidente con la iglesia católica hacia las reivindicaciones feministas. Este retroceso es palpable en todos los ámbitos de lucha: la violencia contra las mujeres se ha exacerbado,[68] las políticas de salud reproductiva se han detenido, y proliferan los grupos que van en contra de los alcances para las mujeres. Asimismo, se ha desatado una ola de declaraciones y manifestaciones que buscan cambiar el discurso de la equidad, por uno más tradicional y contrario a los presupuestos que las feministas han venido esgrimiendo.

En este sentido la labor de retroalimentación feminista ha recaído sobre las organizaciones de la sociedad civil, la academia y las llamadas feministas independientes[69] que son quienes a través de la difusión intermitente de las reivindicaciones intentan paliar los discursos de la oposición. Estas organizaciones son las que fundamentalmente han estado trabajando desde diversos frentes y en los temas que ocupan a las feministas. Entre estos destacan los que buscan incidir en la salud reproductiva mediante la defensa de los derechos sexuales y reproductivos y la lucha porque el aborto sea legal; la defensa de los derechos humanos de las mujeres y la búsqueda del proceso de ciudadanización femenina.

La labor desarrollada por las feministas ha incidido positivamente en el diseño y planeación de políticas públicas que buscan mejorar la situación de las mujeres. No obstante, su impacto es aún insuficiente para cambiar añejas tradiciones y costumbres arraigadas. Su defensa del derecho de las mujeres a interrumpir el embarazo y al uso de su cuerpo les ha traído innumerables enfrentamientos con la Iglesia y los grupos fundamentalistas de la derecha. Todo ello hace que, junto con su trabajo, tengan que permanecer alertas ante las provocaciones de que son objeto. Desde 2004 las feministas llevan a cabo estrategias para impulsar sus propuestas mediante reuniones amplias de reflexión donde participan mujeres académicas, de las ONG´s quienes se juntan para discutir y concertar acuerdos en problemáticas que afectan a las mujeres, buscando posicionar sus puntos de vista en el debate nacional para incorporar el enfoque de género en la agenda política. Asimismo, han intentado sensibilizar a diputadas, senadoras y gobernadoras a partir de encuentros[70] que buscan intercambiar puntos de vista acerca de cuestiones de interés nacional –como son la reforma del Estado, la elaboración de presupuestos con enfoque de género y el acceso de las mujeres a puestos de decisión– lo que demuestra la disposición que existe por establecer puentes para abrir el diálogo que permita plantear reivindicaciones consensuadas que deriven en propuestas en beneficio para las mujeres.

Una evaluación de estas décadas nos lleva a pensar que los problemas y los temas planteados siguen vigentes. La praxis feminista ha tenido sus bemoles y las tácticas elegidas no siempre han sido las adecuadas para posicionarse en el escenario público y establecer un diálogo con el Estado y con la sociedad en general. Si bien, el discurso feminista ha logrado incidir al interior de algunos organismos estatales, se lo ha retomado y cooptado para explotarlo a su antojo y conveniencia. El reto para las feministas debiera ser convertirse en una fuerza política capaz de ser interlocutora y plantear políticas públicas en beneficio de las mujeres. Ofrecer alternativas y permear con sus reivindicaciones a los partidos políticos, es una más de las disyuntivas que tienen que enfrentar.

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[1] Profesora-Investigadora en la Universidad Autónoma Metropolitana, Unidad Xochimilco. lauanaj15@gmail.com.

[2] Colectivo La Revuelta, “Falsa dicotomía: feminismo o lucha de clases”, 1983, p.37.

[3] Considero que hay un movimiento feminista que cobija a las militantes, quienes a su vez se adhieren a grupos a partir de diversas corrientes: feminismo liberal, socialista, radical, ecologista, de la igualdad, de la diferencia.

[4] Se conoce también como Movimiento de Liberación de la Mujer que lucha por construir una nueva sociedad donde desaparezca la opresión de que son víctimas las mujeres. Cfr., de Miguel, 1995, p. 239.

[5] Lau, 1987; Serret, 2000; González, 2001; Gutiérrez, 2002; Sánchez Olvera, 2002; Riquer, 2005.

[6] Florinda Riquer afirma que el esencialismo está en el carácter de movimiento identitario, “las feministas contemporáneas se unirán e identificarán en torno a un cuerpo dolido que debía ser liberado (…) para ello en lugar de dar la batalla en la polis lo hicieron a través del pequeño grupo” Por tanto, considera que el feminismo contemporáneo no nace como actor de la sociedad civil, Cfr. 2005, p.21-22.

[7] Entre los análisis que tratan estos temas se encuentran: de Barbieri, 1986; Espinosa Damián, 1993; Tuñón, 1997; Lamas, 1999.

[8] Tuñón, 1997, p.65

[9] Hay quienes mencionan que la participación femenina no afectó el curso del movimiento. Del mismo modo dicen que fueron 6 o 7 mujeres las que decidían; no obstante, Lessie Jo Frazier y Deborah Cohen mantienen que las jóvenes estudiantes de diversas escuelas y facultades llevaron a cabo multitud de tareas fundamentales para la sobrevivencia del movimiento y su trabajo no ha sido reconocido.Los protagonistas fueron hombres y de ellos da cuenta la memoria. Frazier y Cohen, 2003, p. 617-660.

[10] Jiménez y Reyes, Sembradoras, p.124.

[11] Cuando se fundó se conoció como CIDAL (Coordinación de Iniciativas para el Desarrollo de América Latina). En 1978 reorientó su trabajo hacia los sectores populares con una “perspectiva feminista”.

[12] Años después se deslindarán de estas aseveraciones, afirmando que no todas las mujeres son iguales, se deben de reconocer las diferencias entre ellas. La unidad natural de las mujeres ha hecho daño al feminismo y el lema lo personal es político si bien concreta la legítima división entre ámbito público y privado, su uso no debe ser arbitrario. Cfr., “Del amor a la necesidad”, en Memoria del IV Encuentro Feminista Latinoamericano y del Caribe, Taxco, México, octubre de 1987, p. 55-60

[13] Centra su análisis alrededor de conceptos tales como capitalismo patriarcado, división sexual del trabajo, las relaciones de reproducción para ubicar las bases materiales de la opresión de las mujeres.

[14] Sostiene que las mujeres están excluidas del ámbito público y pugnan por su inclusión en iguales condiciones que los varones.

[15] Lozano y Gonzáles, 1986, p.17.

[16] Acevedo, 1970,

[17] ¿Por qué el Movimiento de Liberación de la Mujer? Documento de discusión elaborado por mujeres del MAS para la convivencia en la escuela Cipactli, noviembre de 1972, p.2 (mecanoescrito).

[18] Acevedo, et.al, “Piezas de un rompecabezas” en Fem, publicación feminista trimestral, Vol.II, núm. 5, octubre-diciembre 1977, p.12-13.

[19] 1933-2004, escritora, fotógrafa, cineasta, pensadora norteamericana, autora de textos fundamentales para la cultura contemporánea.

[20] Las conferencias fueron recopiladas por Elena Urrutia en un libro que llevó el mismo titulo Imagen y realidad de la mujer, México, SepDiana, 1975.

[21] Cfr. Lau, La nueva ola, 1987, p.95-97.

[22] El mujerismo esencializa el hecho de ser mujer y al mismo tiempo idealiza y mistifica las condiciones “naturales” de las mujeres. Pensar que las mujeres somos iguales y que tenemos un posición igual en la sociedad implica uniformidad y no es la realidad. Cfr, Lamas, 2000.

[23] Cfr, Caroline O.N. Moser, 1991 y Maxine Molyneux, 2003.

[24] El grupo se constituyó formalmente ante Notario Público el 19 de agosto de 1973.

[25] Entrevista a Anilú Elías, 29 de julio de 1981.

[26] Unas deseaban reivindicar el salario al trabajo doméstico, otras mantenían que había que relacionarse con las mujeres trabajadoras y había quienes urgían a buscar las raíces de la opresión para unir a todas las mujeres.

[27] Monsiváis, 1987, p. 13.

[28] Kate Millet, Gisele Halimi, Dacia Maraini y las Tres Marías (María Isabel Barreno, María Teresa Horta y María Velho da Costa)

[29] El intercambio de experiencias apareció publicado en la revista Los Universitarios de julio de 1974.

[30] En la actualidad el artículo cuarto dice: El varón y la mujer son iguales ante la ley. Esta protegerá la organización y el desarrollo de la familia.
 toda persona tiene derecho a decidir de manera libre, responsable e informada sobre el número y el espaciamiento de sus hijos.

[31] Las reformas quedaron dentro del artículo 123, la Ley Federal del Trabajo, el Código Civil, el Código de Procedimientos Civiles, el Código de Comercio y la Ley de Nacionalidad y Naturalización. Integrantes del MAS cuestionaron las reformas por considerarlas inequitativas, su argumentación apareció pubicada en Siempre!, en octubre de 1974.

[32] La segunda conferencia mundial se llevó a cabo en 1980 en Copenhague, Dinamarca; La tercera se reunió en Nairobi, Kenya en 1985; la cuarta se verificó en Beijing, China en 1995 y la última fue en Nueva York en el año 2000 a este encuentro se le se conoce como Beijing +5.

[33] La Revuelta. Reflexiones, testimonios y reportajes de Mujeres en México, 1975-1983, México, 1983.

[34] “Alaide Foppa. El feminismo no es una moda”, en García Flores, 1979, p. 52.

[35] En agosto de 1976 se conformó el Grupo Interdisciplinario sobre el Aborto (GIA) cuyo objetivo era plantear una propuesta sobre aborto que tomara en cuenta los puntos de vista de distintos sectores de la sociedad y del Estado. En el documento de conclusiones el GIA se pronunciaba por la supresión de toda sanción penal para el aborto voluntario y por la expedición de normas técnicas sanitarias. Este documento no se hizo público, Cfr. Márquez, 1998, p.44. Véase el artículo de Marta Lamas en este libro.

[36] El nombre abreviado de feministas y feminismo. Un recuento pormenorizado de la fundación de la revista se encuentra en fem 10 años de periodismo feminista, 1988.

[37] Alaíde Foppa, guatemalteca, doctora en Letras y profesora de la UNAM. Entre 1972 y 1980 tuvo un programa en Radio Universidad llamado Foro de la Mujer. Fundadora además de la primera cátedra de Sociología de la Mujer en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM. En 1980 sería secuestrada, torturada y asesinada en Guatemala.

[38] Precursora del voto de las mujeres, priísta que fue regidora, diputada y senadora. Murió en septiembre de 2009.

[39] A instancias de las feministas han habido varias reformas al artículo 265 del Código Penal incrementando la pena a los violadores.

[40] Lamas, 1992, p.553.

[41] Este encuentro tuvo lugar en la ciudad de México en 1980 y las participantes desconocían el trabajo y las luchas de las feministas.

[42] Torres San Martín, 2008, p. 115.

[43] Lucha Feminista, Principios y objetivos, 1979, p.2-3.

[44] Pertenecían tanto al PRT como al Partido Socialista Unificado de México (PSUM).

[45] FNALIDM, Resoluciones de la Conferencia Nacional Constitutiva, Boletín, núm. 1, 1979, p.8.

[46] Durante esta etapa se presenta el segundo anteproyecto de Ley sobre maternidad voluntaria. En esta ocasión el problema del aborto se enmarcó en situaciones más generales: como un problema de salud al cual era necesario contemplar dentro del marco socioeconómico y cultural del país, El anteproyecto no se discutió. Lau, 1997, 135.

[47] FNALIDM, Documentos de discusión para la primera reunión del FNALIDM en el Valle de México, Boletín, núm. 2, agosto de 1979, p.5.

[48] Esta década vio nacer los Encuentros Feministas Nacionales y los Latinoamericanos y del Caribe. Asimismo continuaron verificándose las Conferencias Internacionales promovidas por la ONU donde participaron algunas feministas.

[49] Se conformaron el área “Mujer, Identidad y Poder” de la Universidad Autónoma Metropolitana, Xochimilco. El Programa Interdisciplinario de Estudios de la Mujer (PIEM) del Colegio de México y el Programa Universitario de Estudios de Género de la Universidad Nacional Autónoma de México. Empezaron a aparecer con mayor regularidad revistas e investigaciones sobre el tema.

[50] Entre estos resaltaban las pertenecientes a la Regional de Mujeres de la Coordinadora Nacional del Movimiento Urbano Popular, el Grupo de Mujeres de la Asamblea de Barrios y la Comisión de Mujeres de la Coordinadora Nacional Plan de Ayala.

[51] La suma de militantes feministas, con mujeres del movimiento popular y de mujeres de diversos sectores se le ha dado en llamar “movimiento amplio de mujeres” es decir “núcleos femeninos muy diversos, tanto por sus orígenes socioeconómicos, como por las opciones políticas a las que eventualmente se sumaban”. Tuñón identifica a tres grupos diferenciados de mujeres que conformaron el MAM: “feministas, de los sectores populares y militantes de partidos políticos”, Cfr. Tuñón, 1997, p. 61

[52] Entre las convocantes se encontraban además de CIDHAL, Mujeres Para el Diálogo, Red de Educación Popular. En esta etapa aparecieron varios grupos feministas que trabajaron con mujeres de los sectores populares: Acción Popular de Integración Social (APIS), Colectivo Revolucionario Integral, Madres Libertarias, Colectivo de Lucha contra la Violencia Hacia las Mujeres (COVAC) y Cuarto Creciente.

[53] Lamas, Martínez, Tarrés, Tuñón, 1994, p.26.

[54] En septiembre de 1985 la ciudad de México sufrió un devastador terremoto que cimbró a los capitalinos y dejó una secuela de muerte y destrucción.

[55] “En torno a la candidatura de Cuauhtémoc Cárdenas, se agruparon núcleos de mujeres de los sectores populares insertas en distintos movimientos de corte sindical y urbano, mujeres con militancia en los partidos que conformaron el Frente Democrático Nacional y muchas mujeres feministas que desplegaban su actividad en diversos campos sociales y políticos”, en Tuñón, op.cit, p.76.

[56] Vale la pena subrayar que a partir de esta movilización en las elecciones legislativas que tuvieron lugar en 1988, el porcentaje de mujeres diputadas y senadoras que accedieron a las Cámaras fue alto. De 500 diputados hubo 61 mujeres (12.2) y de 64 senadoras se eligieron a 12 mujeres (18.8). Cfr. Alicia Inés Martínez, 1993, p.99.

[57] Esperanza Tuñón, “La construcción de la identidad política” en Topodrilo, número 14, UAM-I, noviembre-diciembre 1990, p. 15.

[58] Podría pensarse que Chiapas sirvió como laboratorio para calibrar la respuesta de la opinión pública acerca de la conveniencia de despenalizar el aborto. Las voces en favor no fueron suficientes para apoyar esta iniciativa.

[59] Proceso a través del cual las prácticas sociales se hacen suficientemente regulares y continuas para ser institucionales.

[60] Tarrés, 2001.

[61] Esta se constituye luego del VI Encuentro Nacional Feminista que se llevó a cabo en la Universidad Autónoma de Chapingo en 1989. Allí se acordó crear una Coordinadora que fuera representativa de las distintas corrientes del feminismo.

[62] En 1998 se elige por vez primera al Jefe de Gobierno del Distrito Federal. Resulta electo un representante de la izquierda.

[63] Josefina Pontigo, 2003, p. 60.

[64] Inmujeres, Primer Informe de Labores 2000-2001, México, Inmujeres, marzo de 2002, p. 40.

[65] Como en las elecciones del año 2000 no alcanzó el porcentaje requerido, perdió su registro como partido político. Se reorganizó y en 2005 volvió a aparecer con distinta denominación: Alternativa Social Demócrata y Campesina.

[66] La Jornada, 8 de marzo de 1998.

[67] En el país se dio una alternancia en el gobierno, Vicente Fox resultó electo presidente. Provenía del Partido Acción Nacional. Esta presidencia se caracterizó por tener una clara influencia de las organizaciones de la Iglesia y de la ultraderecha. Su administración llevó a cabo acciones en contra de las conquistas logradas por los movimientos sociales. Felipe Calderón también del PAN, gobierna desde 2006.

[68] Los asesinatos contra las mujeres y las desapariciones aparecen con mas frecuencia en todos los estados de la república. El caso de Ciudad Juárez es emblemático de la nula actuación e interés de las autoridades.

[69] Son aquellas que no pertenecen a partidos políticos pero que coyunturalmente hacen alianzas con sectores afines a su pensamiento.

[70] Convocadas por la gobernadora perredista de Zacatecas se reunieron mujeres de todos los partidos, académicas y feministas para discutir con perspectiva de género los temas candentes de la agenda política nacional. Esta reunión muestra que existe la posibilidad de trabajo conjunto entre variopintas maneras de pensar.

 

 

labrys, études féministes/ estudos feministas
janvier /juin 2011 -jameiro /junho 2011